Los males del poder
¿Alguna vez has soñado con ser presidente de tu país? No sé qué tan común será esta "fantasía" pero no dejo de tenerla. Desear tener la posibilidad de hacer algo por los problemas que aquejan a la sociedad de la que eres partes y cuyos dolores son tus dolores, sus carencias son tus carencias y estás harto de sentir que los políticos viven en un mundo aparte donde no se dan cuenta de los males que inundan la cotidianidad como el crimen, la suciedad, la mala ciudadanía, los problemas económicos, entre otras cosas. Pero ¿te has puesto a pensar si eres apto para tener el poder? ¿si lo mereces?
Por más que desearía encarnar el poder para ver mejorar el país que me dio la vida y hasta influir a nivel mundial, considero que las personas que deseamos el poder no debemos tenerlo; corremos el riesgo de convertirnos en villanos por querer ser paladines justicieros. Y es que en mi caso, me viene a la mente más de una idea que violaría los derechos humanos, porque considero absurdo que un violador de derechos humanos conserve los suyos porque, como dice el dicho, "con el verdugo no se tiene clemencia".
Tal vez algunas de mis ideas radicales sean aplaudidas por personas decentes que también están cansados de ver cómo los delincuentes se salen con la suya, pero siempre habrán grupos y comités que defienden los derechos de todos, incluso los de los criminales, (aunque curiosamente no se movilizan tanto cuando se violan los derechos de los ciudadanos honestos) lo que hace que tomar medidas radicales implicaría tener que aplacar también a estos defensores creando un ciclo de tiranía en el que debes censurar de alguna manera a quien refute tu manera de hacer las cosas.
La sed de poder nace de la insatisfacción que da no ver las cosas hechas a la manera que uno lo desea y se debe tener la sabiduría de aceptar que el tener esta sed es un potencial de convertirse en un tirano. Y aunque es inverosímil, el poder lo merece quien menos lo desea, porque ese es quien no quiere imponer sus ideas a los demás, sino que está dispuesto a someterse a la voluntad de la colectividad, que es en realidad lo que hace un buen líder.