Al país lo hace su gente
Usualmente surge la pregunta de si la gente hace al país o el país hace a la gente. Y esta pregunta es muy parecida al dilema de si fue primero el huevo o la gallina, y aunque hay una relación recíproca entre el país y su gente, la gente es la que hace al país.
Un país se puede definir como el conjunto de personas generalmente con un mismo origen y con una tradición común que habitan dentro de un espacio territorial definido y que se rigen bajo un mismo gobierno. Pero la parte territorial aunque estratégica y económicamente viene a ser importante para el desarrollo del país, no es su parte fundamental. El capital humano es el que va a conformar el gobierno, el sector productivo, la sociedad civil, su ejército, el comercio, sus expresiones culturales y todo aquello por lo que se conceptualiza un país.
Si trasladáramos a toda la población de un país a un territorio vacío para que empezaran de cero, muy probablemente formarían ciudades, universidades, empresas, gobiernos y modos de vida muy parecidos a los que tenían. Tal vez con otro clima, con otros recursos, y enfrentándose a otros retos de la naturaleza, pero con el mismo comportamiento civil, con la misma sapiencia, con los mismos vicios, la misma forma de trabajar su economía, de resolver los problemas, y de llevar la política entre otras expresiones de una nación.
¿Por qué abordo este tema? Por el éxodo poblacional que hay de los latinos hacia países desarrollados como USA (uno de los destinos favoritos para emigrar) y su pretensión de cambiar el modo de vida del lugar al que llegan. Quieren trasladar su viveza y sus vicios hacia el país al que emigran y nunca se detienen a pensar el por qué de la diferencia entre el país del que salen y el país al que llegan. Expondré un ejemplo de cómo se evidencia esto:
Los países con economías potentes donde abunda la oferta de productos y servicios a bajos precios (relativo a cuánto se gana por jornada laboral) tienen cosas en común: la jornada laboral es larga, hay pocos días de descanso, pocos asuetos, y no hay leyes de inamovilidad laboral. Esto tiene una serie de repercusiones a nivel industrial en que se promueve la formación de empresas, se permite una producción voluminosa disminuyendo costos fijos, que se traduce en precios más bajos y la capacidad de administrar nóminas con libertad, de ofrecer empleos libremente y terminar los contratos cuando deje de ser conveniente. Es el producto de una cultura de trabajo arduo, de ambición, de escalar posiciones socio-económicas, de competencia laboral.
En contraparte, los países con una economía débil, donde escasean los productos y/o se consiguen a precios muy altos están caracterizados por jornadas laborales cortas, varios días de descanso, muchos asuetos y leyes de inamovilidad laboral que protegen a los empleados negligentes de ser despedidos o a nóminas de ser recortadas por precariedad financiera. Esto aunque genera satisfacción y felicidad provicional en la gente, hace que cobre mucha importancia los costos fijos en la producción, y que se ahuyente la formación de empresas que se traduce en falta de oportunidades de empleo, bajos niveles de producción, y muy altos precios al consumidor. Esto es producto de una cultura de conformismo, de estancamiento social, de tolerancia a la negligencia laboral, de ausentismo y vacacionismo.
Muchas personas piensan que la crisis que atraviesa un país es una cosa circunstancial que es sólo culpa de las personas que gobiernan, pero las personas que gobiernan son un reflejo del ciudadano promedio, una expresión de su idiosincrasia; los mismos vicios, corruptibilidad, negligencia y conformismo que pueda tener un ciudadano de ese país la pueden tener (y seguramente la van a tener) el presidente y todos sus ministros. Y lo que es peor, exportan sus vicios y malas prácticas a otros países. La llamada "viveza criolla", a la que no le pueden sacar tanto jugo en su país porque casi todos son igual de "vivos", la usan en países donde la gente no se espera eso porque no está en su cultura, generando xenofobia en la población local y el consecuente rechazo para los próximos potenciales inmigrantes. Ejemplo: el caso de Donald Trump mostrando rechazo hacia a los inmigrantes mexicanos, debido a que un número importante de ellos traspasa ilegalmente la frontera y/o se dedican a actividad informales y hasta delinquen.
En conclusión, no podemos esperar tener un país del primer mundo sin cambiar. Los beneficios de ser una potencia económica, militar, deportiva, científica, empresarial, o de cualquier tipo vienen de la mano con sacrificios como el trabajo duro, la disciplina, el estar dispuesto a competir y la ambición. Hay que dejar atrás la idea de que podemos estar mejor siendo iguales y que sólo hace falta cambiar a quienes nos gobiernan, porque el cambio que queremos tiene que venir desde el seno de la sociedad. Hay una frase que dice "vístete para el trabajo que quieres, no el que tienes", ¿qué tal si aplicamos eso al país?:
"Compórtate como para el que país que quieres, no en el que estás".